«Muchas personas prestan mas atención a la opinión de los demás que a la suya propia».
Esta es la conclusión de los experimentos realizados por Solomon Asch en 1951.
En síntesis, varios grupos de estudiantes tenían que opinar sobre cual de los tres trazos, de diferente longitud, que se les presentaban era el mas parecido a un cuarto de referencia.
En todos los grupos había un número de «infiltrados», que, previamente aleccionados, daban una respuesta falsa.
Mas del 30% de los estudiantes acababan cambiando su percepción sumándose a la del grupo mayoritario, a pesar de la evidencia.
Lo afirmado en esta investigación aporta luz para explicar algunos fenómenos de la conducta de grupos, desde la moda hasta los «trend topics» siguiendo por las dinámicas de los grupos de trabajo, comités,etc.
Conviene tenerlo en cuenta para saber que:
1 Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier cosa que está de moda.
2 Si interesa saber lo que de verdad piensan los otros, hay que buscarlo como lo haría un detective: debajo de la alfombra.
3 En las reuniones en donde hay jerarquías establecidas, lo normal es que la verdad no aflore si no se estimula con habilidad e insistencia.
4 Donde todos piensan igual, puede que ninguno haya pensado demasiado.
5 Para diseñar cuestionarios de opinión, no se puede obviar lo comentado: nada es lo que parece.
Mas sorpresas científicamente demostradas.
- Pasado un tiempo, muchas personas creen sinceramente que es suya la idea que aprendieron de otro.
- Pasado un tiempo, muchas personas creen haber visto lo que nunca vieron; probablemente, solo oyeron que sucedió.
- Los individuos considerados «normales», tienden a alterar los archivos de su memoria «olvidando» aquellas cosas que no coinciden con la versión que han decidido adoptar de lo sucedido.
Los «anormales» que no siguen estas prácticas, se dividen en dos grupos:
Los que no pueden olvidar lo sucedido y lo llevan mal, con riesgo de desembocar en conductas neuróticas u otras patologías y los que no intentan olvidar lo sucedido y asumen los hechos tal cual fueron sin mayores consecuencias.
Los «normales» son mayoría. Los segundos, son los segundos. Los terceros, los menos abundantes.
Pequeño dictamen.
El cerebro humano es una herramienta al servicio del bienestar de su portador: altera la realidad, miente, oculta, modifica, sobreestima, subestima…, recurre contumazmente a todo lo que puede con tal de tranquilizar a su portador.
Incluso lo que llamamos locura es una elección -evidentemente equivocada- del cerebro para «solucionar» un conflicto.
Si nos interesa la verdad (no hay mejor compañía que la verdad), no hay que fiarse del cerebro: hace trampas. Y las trampas, suelen traer consecuencias.
«Al infierno no va el tramposo, va el que cae en la trampa».